domingo

La calavera chilla a oídos sordos y las pulsiones
en una caja sellada al vacío laten esperando la descompresión.
Las palabras cientas, miles, todas, se deshacen insípidas
sobre un plato que ningún comensal quiso degustar. Y si todo
sigue girando y yo me aquieto, el mareo me sube por los pies
hasta la coronilla y me reencuentro como un espectro pidiendo
otra vuelta porfavor y deseando, solo por desear,
sacar la sortija para seguir girando.

No hay comentarios: