lunes

Los que no duermen

sorpresa

Me decís lo que pensás que quiero escuchar,
y eso es exactamente lo que quiero oir, 
pero no lo que quiero que me digas.

domingo

¿Para qué va la gente a los conciertos?

- Para practicar maneras difíciles de apoyar la cabeza en las manos.

lunes

Apuntar a que no fracase. Que funcione, es otra cosa.



"Gracias a los largos días lluviosos de la estación de los monzones, la hierba brillaba con un fresco color verde y exhalaba el olor salvaje que sólo puede emanar de algo que hunde sus raíces en la tierra"

miércoles

VI

El hombre viene, el hombre se va, y deja detrás de si
los huesos blanqueados que sostuvieron su lujuria;
el palafrén de sus amores y sus odios,
al final, se llena de polvo en el establo.

Él lo embaucaba, y el otro lo llevaba
hasta el límite último del deseo;
pero ahora, saciado el deseo, descubre
que era el corcel el que lo embaucaba a él.

W.F.

aeroterrestre

jueves

domingo

La calavera chilla a oídos sordos y las pulsiones
en una caja sellada al vacío laten esperando la descompresión.
Las palabras cientas, miles, todas, se deshacen insípidas
sobre un plato que ningún comensal quiso degustar. Y si todo
sigue girando y yo me aquieto, el mareo me sube por los pies
hasta la coronilla y me reencuentro como un espectro pidiendo
otra vuelta porfavor y deseando, solo por desear,
sacar la sortija para seguir girando.

martes

El cielo está sucio como la borra del café,
pero nada se de leer destinos, y nada se del cielo.
No me interesa saber por qué es azul,
o qué deparan las nubes,
sólo los miro, como quien observa un objeto brillante.
A veces no me da la gana pensar.
Envuelta entre sabanas se vuelve oruga y renace entre sueños, convertida en susurro. Silueta húmeda de un plata empañado, me tararea siempre la misma canción, siempre la misma; din don campanon, quattro vecchie sul balcon. Cantame vieja, que yo no te soñé. Cantame otra vez, que ya no me da miedo la lluvia.

no me alcanza

Zombies - Tell Her No

viernes

domingo

quiero regalarte esta tarde de cielos
de nubes color algodón de azúcar

quiero aprender a compartir
lo que nunca fue mio

hay mucha basura acumulada en el drenaje,
pelos enmarañados
piel de ayer

así que te regalo este atardecer,
de los que se fotografían con la memoria

y me despido con miedo
porque todavía no aprendí el desapego,
pero qué más quisiera.

jueves

la valentía del que no se atreve por naturaleza

donde mis manos, en comparación,
anidan pequeñas

y la propiedad del lenguaje en desuso,
que re descubierto huele a mañanas de café con leche.

cantame una canción para entibiar el sueño,
que harta de madrugadas, quiero una eterna noche ácida.

siempre palabras de más

transporte público

escalofrió desde el centro de la espalda
atraviesa el pecho
hasta la punta de los pezones,
y volves a hervir

en un dos por cuatro,
y nunca nunca al compás
una negra
dos negras

piedra de montaña
calor desde dentro
que no se quita
con un baldazo helado

no importa el ardor
ni todo ese cemento,
la gota en la espalda
solo incita a más

martes

su bocina no convierte mi auto en un helicóptero

tensión ocurrente

después de haber tenido sexo con alguien,
las conversaciones dejan de ser tan buenas.

cu-cu

Y nuevamente me encuentro con la necesidad
de volcarme en algo físico,
que no es ni físico aún, un vapor espeso diría yo,
una imagen similar a mi interior.

Algo amorfo, que no subyase pero coexiste,
que me hace saber que aquí está
y me devela su cara deforme que no logro escrutinar.

Galopa y rastrilla mis campos de serenidad,
pero no me da respuestas, no me enloquece del todo,
sólo lo necesario para atontarme y hacer que pierda el camino.

Y termino por enojarme con ella,
¿y cómo no hacerlo? ¡la muy cobarde!
¡tómame coño, tómame si eso es lo que quieres!
Pero si lo haces, no te atrevas a dejarme ir.

lunes

No se de que se trata, pero me opongo.


















cuando me hierve la sangre
no hay jugo de limón que amanse el picadillo
que no querés probar
¿por qué no querés probar?

y la escucho cantar a la luna
azulada en eclipse
y me calmo, casi ronroneo
y no entiendo, pero casi que si

portazos de manija en mano
y amargura de mate
en silencio solitario
de dos que no comparten

consejos lejanos
que toman siestas en formol
me hacen verme como soy,
igual a tantos otros
que se equivocan
por la cobardía misma

y hoy que me aplico
a verme diferente,
te encuentro igual
igual de miedoso
igual de triste
con la tozudez del tiempo a cuestas

y pensar que es una casualidad
que hoy resuelta a cambiar
me muestres esta cara,
que no quiero para mí,
es tonto, muy tonto,
y no es nada casual

y me siento resuelta,
victoriosa.

un poco ingenua,
soñadora.

y temo que el tiempo desfigure la cara
que me diseñé.

porque te veo transformado
porque ya no soñas como antes,
porque volar sabías
y yo queria planear tal y como
vos lo hacías

al tiempo que te quiere cobarde
le abriste la puerta,
le diste de tu comida,
y nunca se fue.
al mal maestro
al que te enseñó
a decir que no.

hoy me deslumbró
un consejo desconocido
que sin causa me juzgaba,
y que solo por tedio lo acompañe a pasear.

de aburrida, le dije que si,
porque no había nada mejor, le dije que si,
porque acostumbrada a decir que no
me pareció un buen cambio de rutina.

lo tomé prestado
y me lo apropié,
y feliz, muy feliz,
al menos por hoy,
no miro atrás,
porque estoy aprendiendo a decir que sí,
y se siente tanto mejor.


puro amor

nociones generales sobre ideas puntuales

siempre me dio tristeza,

pena

lástima

la gente que carga la desilusión.
la creía una mochila gris llena de fango,
una miseria mohosa que algunas personas
ya embebidas en su condición
cargan inclusive con cierto orgullo,
sólo por cargar con algo.

hoy me veo esperando el aluvión
con el desencanto
de quien se engañó y se echó a volar
creyéndose pájaro,
buscando pista para despegar
corriendo en busca de velocidad
agitando el pulso y la respiración,
sin lograr elevarse.

hoy no vuelo
no busco volar,
pero no esperar las alas
no me pesa,
porque me libera saber que es la
sorpresa
la que me va a levantar por los aires.

viernes

Elizabeth

Still dark.
The unknown bird sits on his usual branch.
The little dog next door barks in his sleep
inquiringly, just once.
Perhaps in his sleep, too, the bird inquires
once or twice, quavering.
Questions---if that is what they are---
answered directly, simply,
by day itself.

Enormous morning, ponderous, meticulous;
gray light streaking each bare branch,
each single twig, along one side,
making another tree, of glassy veins...
The bird still sits there. Now he seems to yawn.

The little black dog runs in his yard.
His owner's voice arises, stern,
"You ought to be ashamed!"
What has he done?
He bounces cheerfully up and down;
he rushes in circles in the fallen leaves.

Obviously, he has no sense of shame.
He and the bird know everything is answered,
all taken care of,
no need to ask again.
--Yesterday brought to today so lightly!
(A yesterday I find almost impossible to lift.)

lunes

¡Ahora Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Por un dedito para todos

Feliz no estaba, era lunes. Lunes laboral de un laburo que no disfruto, hora de viaje para sentarme en una silla de plástico y escuchar a la gente opinar sobre lo mal que se está y los problemas que tiene. Feliz no estaba. Pero había sol y me hice mate y después de llamar a 35 líneas sin servicio y varias embajadas por equivocación sucedió: "Hola, mi nombre es Carla y estoy realizando una encuesta acerca de la situación política y económica...", y del otro lado del teléfono: - "pero metete el dedo en el culo".

Juro que por unos segundos lo medité y pensé: ¿y si este señor no es meramente un maleducado pero un iluminado y yo, con este lunes de mierda dejo pasar semejante consejo por ser una necia? ¿Y si es el próximo Buda? METETE EL DEDO EN EL CULO, que tipo original, ¡que lo parió! ¡sabía justo lo que necesitaba! lunes de silla de plástico, mate y dedo en el culo ¿qué más se puede pedir? es más, deberían decretarlo como feriado nacional, para fomentar el turismo: el día del dedo en el orto.

- "buenos días señor, he aquí sus medialunas y permítame: un dedo en el culo".
- "bueno, pues... no me lo esperaba, pero ¡que gran gesto!"

Es brillante, es tabú, es trasgresor, e inclusive culposamente placentero, ¡y refleja tan bien a nuestra generación!

¿O no estamos empesinadisimos en ir "mas allá"? y con eso no digo elevarnos a los cielos, que de paso cañazo tenemos que admitir que cada vez menos en eso creemos y por eso vivimos así, al máximo, al limite, como un exprimidor turbo que sobrecalienta y a nadie le importa, porque hay que transgredir, hay que llamar la atención, hay que generar choque, y más más más, mucho más, y sucede, claro, hasta que se naturaliza y aburre y a otra cosa mariposa.
Queremos llegar a ningún lado, porque lo importante es la intensidad del paseo, lo terrenal, el aquí y ahora y el dedo en el culo.

Así bien, creo que el próximo evidente paso es claramente el dedo en el orto. ¿Porque qué más tabú que encontrar placer en la violencia ajena? y cómo diría la concejala ¿qué más democrático que el placer? Así que brindo (y sugiero que Calamaro lo agregue a su tema para generar difusión) porque nadie tenga que privarse de un buen dedo en el culo. ¡Salú!

chapa y pintura

Me suele pasar, y conozco alguien que me lo hace notar ("gracias por dejarme asistir a la evaluación"), que reflexiono en voz alta. No pienso antes de hablar, voy diciendo lo que me parece hasta que llego a un punto determinado en el que, si es que me estaba escuchando, arribo a una conclusión.
Y parece de locos, lo se, esto de hablar en voz alta para que las palabras se transformen en una especie de bruma tangible, en la que sí existen, entonces las escucho y las entiendo, todo tiene más sentido y todo es más real, si es que algo realmente lo es.
Lo verdaderamente desajustado de todo esto no es que hable en voz alta, ni que mire a la persona a mi lado como diciendo "claro, es lógico" después de vomitar frase tras frase cuando lo único importante que tenia para decir era "dale, un cortado, gracias", el problema es que me entiendo, esa es mi forma de entenderme, en voz alta y para todo el mundo.
Y sí, ocasionalmente me hace pasar momentos de vergüenza, pero me genera tal placer redondear una idea y entenderme que no me importa lo ridícula que puedo llegar a ser, y como quien dice, aunque haya cosas de nosotros que nos pesan y nos disgustan por momentos, no las cambiamos, porque nos divierten. ¡Pero claro que si! somos nuestro propio reality, nuestra propia sit com, mi propia radio ¡y me encanta!

Y me pasa, si, todo el tiempo: "che...estas hablando sola"
y si.... "la estoy pasando bomba, ¿no ves?"

Y acá empieza el embrollo, porque entretenerse a uno mismo te vuelve autosuficiente, pero no del tipo: estudio-trabajo-cocino-tengo perro-novio-mevoydevaciacionesalaconchadelalora-voyalgimnasio-mellevobarbaroconmivieja-garchocomounageisha-yestoydivina. ¡NO!

¿Qué es lo que pasa? lo mismo que cuando tenés una época de sequía y lo que te queda es masturbarte, tocarte, autocomplacerte, como les guste llamarlo; pasa que te acostumbrás a vos mismo, a saber que te gusta, cuando si, cuando no, cuando un poquito más y un poquito menos, y te volvés tu propio amante porque no te queda otra. ¿Y cuando vuelve la lluvia al desierto? bueno, primero le agradecemos a todos los dioses del garche a los que les habíamos estado rezando (porque: hay que ser agradecido) y después te entregas a lo que posiblemente sea un des entendimiento total, porque claro, TE ESTA TOCANDO ALGUIEN MÁS, ¡que obviamente no necesita hablarse en voz alta para entenderse!
Bueno, lo mismo pasa con el auto-entretenimiento, llega un momento dado que la gente te aburre, te genera tedio, porque cuando tu pequeño comediante interior se cansó de la pared de fondo de ladrillos y del reflector, y se te sienta en un costado de brazos cruzados exigiendo un representante gremial mientras se chupa un whisky, no te queda otra, NO ME QUEDA OTRA, que esperar que el resto de la gente me divierta, y ellos... NO SABEN COMO TOCARME.

se hicieron amigos por naturaleza, cuando uno tiene ganas el otro se deja

por enésima vez

monitos del fondo del placard

viernes

viernes libre

Hoy desde que empezó el calor, pisé por primera vez el pasto descalza.
Se me metía entre los dedos de los pies y me cosquilleaba, es un placer difícil de explicar. Me olvido cuan sensible es la planta del pie, o los pies para tal caso, siempre están ahí abajo, recubiertos por algún calzado solo para llevarme y traerme de un lugar a otro. Durante el día mientras camino no me percato de la planta del pie, de que se siente tenerlo dentro de la zapatilla, ni que sensación me causa, simplemente lo doy por sentado; pero cuando piso el pasto.... ppfffff, la sensación se extiende a todos lados y te dan ganas de revolcarte por la grama, y ahí lo miro a mi pero tirado frotándose y pienso... "cuando de cosas esenciales se trata, que clara que la tenés".

jueves

la tía

es sano y recomendable ejercitar,
un ratito todos los días diría yo,
y si se tiene la oportunidad,
hacerlo todo un día de corrido,
e inclusive por una semana si se es osado,
la mal ponderada soledad.

tomarse un tiempo para uno mismo,
o todos los tiempos (déjese viajar), y acostumbrarse
a la idea de la soledad, apropiársela,
darle un lugar en tu vida e inclusive quererla,
es sano y recomendable ejercitar diría yo,
porque tarde o temprano sucede,
que te quedás solo.

miércoles

pájaro bobo

Tengo que aprovechar a soñar todo lo que pueda sin cerrar los ojos. Soñar mirando la espuma en el cielo y perderme en cómo se bifurca y se deforma en nuevas figuras. Tengo que, sin cerrar los ojos, sin despistarme en el asfalto humeante y sus hormigas no-viajeras. No voy a darme por aludida, eso debilitaría mi posición de poder, a menos que esté equivocada y de esperar me canse dos veces en un mismo día, y al volver al barrio reincida en lo que conozco como hogar.

viernes

¿que pasa gatita?

Suelo mirar mi cara en el reflejo del subte. Examino las ojeras y el pelo que se desparrama en cualquier sentido menos el buscado.Me llama la atención una piba que utiliza mi mismo recurso, parada de espaldas a la puerta del tren, se contorsiona para ver como luce su culo en la vía pública. Una y otra vez se apoya en la punta de sus pies, y mirando hacia la puerta con cara de pez, acomoda la parte posterior de su remera y curva su columna hacia adentro.
Que ridícula, pienso, y me acomodo el flequillo.

niñadas

Un lindo globito de rojo color

formaban mi dicha, mi encanto y mi amor

no se como fué, no se que pasó,

pero el lindo globito, al cielo voló.

miércoles

El del corazón grande como el universo mismo, infinito y lleno de agujeros. Energía pura, explotada y latente al mismo tiempo, que cuando ríe se le escapa por los ojos.

martes

"... y se me ocurrió, que quizás, era todo mucho más diferente de lo que yo pensaba. Que quizás mi sexo no era solo mío, que lo compartía, que en ese momento estaba siendo usado por alguien más y que debía enraizarme a mi condición de planta hasta que me fuese devuelto."

martes

Wild Cherry - Play That Funky Music

de generaciones

Drama, drama, drama, médicos y más drama, drama, drama; pero de cuando en vez, mate de por medio, la vieja se pervierte, y con la boca bien llena de mugre me demuestra que siendo la madre de mi madre, se parece más a mi de lo que pensaba. Compartimos el mate espejo, el tiempo mismo y el de otras épocas, nos reímos juntas y somos la misma y nos reímos por mi madre y todas somos la misma, y ahí, en la risa, todas nos entendemos a la perfección.
Ella camina y el alrededor hace fast forward, se revuelve como en un lavarropas y se transforma en una gran mancha de color. Lenta, lentísima, de ojos color lago de deshielo, parpadea y enamora. Los ves caer con el corazón lleno de inoportunidades y desconcierto, mientras ella espera a su otra ella que le entibie las sábanas de mañana.
De recuerdos vive el ayer que alimenta mi querer,
de memorias de taperas y tortas fritas,
de mi negrita y sus cabellos trenzados,
de crines libres y caballos sin montura.

Cariño de ayer, entre tus brazos seguros,
en mañanas perfumadas de pampa,
y horizontes naranjas carmín,
cuándo aún lo agrio me sabía a miel,
y creía imposible crecer,
te quise más ayer,
te quise de niña.

soy pájaro acanelado que vuela por todo el llano, soy pájaro colorado que habita en las cordilleras

domingo

Tengo el desenfado de hacer lo que me place
y la caradurez de sentir culpa por ello.

lunes

Sr. Disney:

" y que el pesimismo no me alcance y me consuma, que todavía quiero toda esa verdura que me prometieron al crecer..."

encontré por ahi

Tengo a un hombre de cuatro costados durmiendo entre mis brazos. Respira con dificultad y su vientre late tibio junto al mío. Hoy es hombre otoño, y mañana nevará entre estas sábanas; caerán cristalinos, matemáticos e irrepetibles copos de helada distancia entre nosotros.
Nuestros cuerpos, lejos de ser salvajes, acostumbrados al trato terciopelo de años de eterna niñez cobijada, buscan un resguardo áspero e inestable. Buscan el sacudón inicial, la caricia que es cachetada, y luego, como si fuese el orden natural de las cosas, esperan la calma.

Noche de amigos

- ¿Estás durmiendo?

- No puedo, hace días que no logro conciliar el sueño.

- ¿Sabés qué? Te voy a ayudar.

- Gracias, ¿tenés “melatol” en la mochila o algo así? Yo me olvidé de traer cuando la armé.

- No, esto es mucho mejor. Te voy a contar un cuento.


Había una vez…

- ¿Había una vez? No tengo diez años Carlitos, estoy peludo ya.

- No seas adulto ¿querés? Que los mejores cuentos que una vez me contaron, empezaban con “había una vez…” Además, vos pensá en todas las cosas que relegamos al crecer, y no porque debamos, porque… no tengo idea porqué. Por ejemplo, dejamos la chocolatada por el café, las gomitas de colores llenísimas de azúcar por los chicles de menta sin calorías, y los “había una vez” también los dejamos. Estoy empezando a pensar que dejamos todo lo bueno che.

- Está bien Charly, esta bien, no te me pongas nostálgico. Te escucho.

- Como te decía…


Había una vez un balcón, un balcón pequeñito que lograba albergar a dos personas de pié, a lo sumo tres bastante incómodas. El balcón, que no soñaba, ni tenía grandes aspiraciones, pues claro, era solo un balcón, miraba a la calle del mercado central.
Como una gran manta de retazos, los toldos de todos los colores llenaban de vida la calle principal y se ramificaban en las calles contiguas. El pollero que subía el precio de la mercadería cada dos semanas y ante cualquier reclamo culpaba a la inflación y a “éste país de porquería”, estaba perdidamente enamorado de la forma en que Susana disponía la fruta en el puesto contiguo. Cualquier excusa era buena para asomarse y ver como sus finas manos de porcelana tomaban las manzanas sólo con la yema de los dedos y las depositaba cómo frágiles piezas de cristal una sobre otra.
Frente al puesto de las frutas se encontraba Silvio, que vendía libros nuevos y usados, y extasiado de la vida recitaba escritos de su autoría a quien se detuviese a husmear literatura. -“Y de las flores color sangre, chorrea lenta y pulposa miel que nace de su centro y recorre los pétalos, como queriéndolos conocer. Se desliza atemporal, suave, hasta el borde de su corona de color. Se detiene al abismo y aguarda unos instantes al salto mientras se emborracha de vértigo melaza y de dulce carmín…”
Una noche, no tan diferente a las otras noches, el bosque que rodeaba el castillo se inundó de una niebla espesa que nublaba la visión de cualquier caminante que…

- Pará. ¿Había un castillo? ¿De dónde salió el bosque, no estábamos en un mercado?

- También había un castillo y un bosque. Todas las buenas historias tienen un castillo y un bosque, le dan un no se qué de misterio ¿no? Hoy en día ya no hay misterio en nada Cachito, las minas bailan en tetas a cualquier hora en la televisión, la gente te cuenta impúdicamente lo más íntimo de su vida a la segunda vez que te la cruzás, ya no dejan lugar para la imaginación. Me acuerdo que de pibe miraba a mi tía colgar sus camisones en el patio de casa y me ratoneaba de sólo imaginármela…

- Está bien, había un bosque y un castillo, ¿entonces?


El bosque que rodeaba el castillo era habitado por las más fantásticas criaturas que se alimentaban de la luz de las estrellas. Pero esa misteriosa noche en que el bosque se inundó de niebla no fue como otras noches, había algo raro en el ambiente, un olor ácido se esparcía a toda velocidad por entre los árboles y secaba la hierba.
La niebla que llego esa noche, nunca se retiró, y las estrellas en el firmamento comenzaron a ser solo un bello recuerdo. Los habitantes del bosque lentamente se debilitaban y uno a uno fueron desapareciendo. Trot, el líder de la tribu, enloqueció y empezó a practicar sacrificios ni bien llegaba la noche. A la mañana siguiente, todos debían preparar sus caballos y sus armaduras para comenzar la cruzada al desierto que los liberaría de…

- ¿Cruzada al desierto? ¿De que me hablás Carlitos?

- Toda buena historia tiene una aventura y un héroe Cachito, me extraña. Pasa que hoy es todo tan fácil que con un botón lo solucionas todo. Ya no hay héroes, ni aventuras, ni comida casera, es todo envasado, botón-botón, al microondas y se terminó. Y es como en las historias Cacho, la comida de ahora es como las historias de ahora, no tienen gusto a nada. La vieja cuando hacía la sopa no abría un sobrecito con polvo y…

- Hagamos una cosa Charly, nos hacemos unas buenas chocolatadas calientes y te cuento yo una historia, ¿qué te parece?

- ¡Buenísimo! Pero que tenga una princesa en un torre ¿eh?, toda buena historia necesita algo de romance…

- Si Carlitos, ya lo sé...

a nico que sueña

Anoche soñé con vos, íbamos a cenar a un lugar donde había muchos muebles viejos con estampados de colores. Pedíamos de comer, y el mozo nos traía los platos con un pato blanco para acariciar mientras comíamos. Detrás tuyo, una mujer con un peinado alto golpeaba a toda velocidad las teclas de una maquina de escribir que tenía sobre su regazo, "Señor mozo, la sal por favor"- tac tac tac tac tac, clin. La señora de pelo cano registraba con asombrosa rapidez. Un humo rosa invadía la habitación y vos me observabas ausente mientras recorrías el lomo del pato con tus dedos índice y mayor.

Una y otra vez, suave y armónica, peinabas sus plumas lechosas hasta que el ave cantó su voz de arpa. Ahora que lo pienso nada de esto tiene sentido, sin embargo la escena me embriagaba de una sensación de bienestar y no podía dejar de mirarte mientras hacías música con el plumífero. Se sintió correcto, perfecto, vos, yo, y el pato-arpa, como siempre tendría que haber sido.

La comida comenzaba a perder temperatura en el plato y la habitación se vació de humo y palabras. El pato terminó su pieza y la mecanógrafa retomó su labor. Lo único que podía oír ahora era el ruido seco del golpeteo que resonaba con eco en la habitación y reverberaba en mis oídos tac-tac-tac-tac, cada vez más veloz tactactactac, cada vez más fuerte TACTACTACTACTAC. ¡Carajo!, recuerdo haber pensado, ésta señora debe estar furiosa. El sonido se multiplicaba en la habitación y se tornaba grave, como quien oye una estampida de elefantes. En efecto, la habitación comenzó a temblar, vos sostenías al pato entre tus manos y tu mirada seguía fija en mí. La señora escribía. Me invadió una sensación de vacío y un escalofrío me recorrió el pecho, el cuarto estaba helado. Me sentí chiquito, ínfimo, perdido en soledad en medio de todos esos estampados de colores brillantes que ahora, carecían de vida.

De repente todo quedó quieto, y eso se sintió aún peor. Te levantaste con el pato en las manos, lo depositaste en mis piernas y te fuiste por la puerta por la que habíamos entrado.

jueves

De los animales y sus mascotas

Tras innumerables discusiones nos resignamos por llamarlo Cegled, nombre de fábrica con el cual nos fue entregado. Nombre, por el cual se gastaron minutos preciosos; minutos y horas deletreando y pronunciando moduladamente “Ce-gled”, para que éste o aquel invitado, amigo de la familia o curioso transeúnte amante de la especie, comprenda que sí, en efecto, así se llama mi peludo amigo. Ceglu, como nos gusta llamarlo en la intimidad, es un Vizla modelo 2002, es decir que a pesar de haber perdido el brillo de la novedad y la ternura de la juventud, se está convirtiendo en un clásico.
Cuando en ocasiones me encuentro a solas con él, solemos tener conversaciones profundas, trascendentales e incluso de un calibre filosófico envidiable. Es como muchos otros, un confidente fiel de quien necesita descargarse y conservar la razón en el asunto mientras lo hace.

Así bien, me encontraba una mañana, hace no muchas mañanas atrás, conversando con Cegled acerca de la falta de escrúpulos de algunas gentes. De cómo con la edad devienen libertades y así también responsabilidades, y de que tomarse las libertades sin luego hacerse cargo de las consecuencias, es simplemente, una grandísima sandez.
Sentado sobre sus patas traseras me escuchaba con atención, y sus ojos miel, grandes como dos nueces me seguían atentos mientras me paseaba colérica por el pasillo que va del baño a la habitación. “Vos me entendés, ¿no Ceglu?, o sea, ¡no podes ser tan pelotudo!, porque una cosa es que seas mala persona, que me revientan las malas personas, pero otra cosa muy distinta es ser un pelotudo. De las malas personas siempre sabes que esperar, pero los pelotudos nunca sabes con que te van a salir, y lo peor es que ¡no lo hacen con maldad!, ¡lo hacen de pelotudos!”
Con la boca llena de rabia mentolada y agitando el cepillo de dientes en el aire, como quien sostiene una espada y con oratoria envidiable dirige un ejercito de valientes a la batalla, me explayaba monótona y soezmente acerca de una pelotuda que conocía, mientras mi lindo perrito escuchaba con atención y asentía con una solemnidad inmóvil que solo un dueño sabe apreciar.
Nos interrumpió un escándalo que venía de la calle, y curiosa me acerqué al balcón de mi habitación para enterarme que estaba sucediendo.

Resultó ser que de la otra vereda, justo enfrente de mi vecina Selva, que perfectamente prolija combinaba sus botas de cuero color arena con una campera a tono, un perro atacaba a otro por el cuello.
Dos señoras de alrededor de sesenta años paseaban a sus mascotas cuando una de ellas, una bestia negra de pequeñas orejas puntiagüdas, con mandíbula redonda y cara aplastada, que a mi parecer era portador de una dentadura de más de cien piezas, tomó por el cuello al otro. La segunda mascota, un perro de raza perro ya entrado en edad, de color del calzado de mi vecina, emitía un sonido que me asemejaba al de una foca mientras era tironeado por una correa y zarandeado del cuello por los mil dientes del perro negro. La dueña del perro atacado gritaba en alaridos estremecedores “¡basta, basta, por favor, basta!” mientras la otra dueña sostenía a su Pitbull por el collar que le vestía el cuello.

Uno por uno, atraídos por los alaridos, los vecinos se fueron acercando a la escena. Un gomero que transitaba la calle le revoleó por la cabeza una llanta de auto al atacante sin producir el más mínimo efecto. De la casa de mi vecina salió un albañil portando un aerosol, y con muchísima cautela y cagado hasta las patas, se lo aplicó en los ojos al perro. Nada de nada, el perro no soltaba a su víctima. De lo de Selva, detrás del albañil aparece el jardinero cargando un balde de agua helada que vació sobre los perros, logrando únicamente que el perro negro sacudiera una vez más al otro y que su dueña entrase en un estado de histeria aún mayor.
El pobre animalito que estaba siendo masticado por esas fauces en forma de trampa para osos, emitía unos aullidos desgarradores, que acompañados por los gritos desesperados de su dueña hacían que se me revolviese el estómago. No lograba ver la situación con total claridad, pero ya podía casi imaginativamente visualizar un charco de sangre negra que rodeaba al can dorado. A mi lado, Cegled ladraba desde el balcón.

Recordé que la noche anterior, en una cena de amigos en la cual elegantemente devoramos pizza barata de servilletas de papel y bebimos cerveza del pico, alguien habló sobre perros.
Es extraño y casi premonitorio, pero sucede muy a menudo que al enterarnos de la existencia de algo que juraríamos nunca haber escuchado o visto en nuestras vidas, nos topamos con ello una o más veces los días consiguientes. Bien así, mi amigo que siempre aporta algún dato curioso, nos hizo saber que a ésta clase de perros que “ataca pero no suelta”, hay que cruzarle las patas traseras para que así, libere a su víctima. Al recordar el dato de color, comencé a gritar desde mi ventana “¡crúcenle las patas de atrás!” una y otra vez, mientras el perro aullaba, su dueña gritaba, la dueña del perro negro avergonzada de la situación tironeaba del collar, y el albañil, el jardinero, el gomero, Selva, y varios pares de vecinos observaban la situación escandalizados.
El perro negro se terminó por aburrir y soltó al otro. La dueña del perro viejo arrastró a su amigo fiel hasta la casa de al lado para socorrerlo, la multitud se dispersó y yo me quedé con la intriga de saber si lo de cruzar las patas realmente funcionaba.

Me apuré por terminar de asearme mientras le charlaba a Ceglu y agradecía que no había sido él el maltratado.
Salí de casa, y tras cerrar la reja, las vecinas de enfrente que hablaban con la dueña del perro malo, me avisaron como restableciendo el orden en el universo: “no te asustes por los gritos, eran dos perros que se peleaban nada mas, esta todo bien”. A lo que yo le respondí que había presenciado la pelea desde el balcón. La dueña del perro negro, escandalizada, hablaba con un tono de voz elevado mientras daba razones de lo más descabelladas y culpaba al guardia de la esquina por no estar preparado y tener un balde de agua a mano, “para eso están, ¿o no? ¿Para que les pagamos si no es para ayudar? esto es su culpa”. A lo que el guardia respondía desde la esquina con un gesto de brazo alzado y falta mal cobrada. “¿No te parece a vos?” me inquirió la señora.
Resolví escabullirme de la situación lo más diplomáticamente posible, y encogiéndome de hombros y con una sonrisa de lado me alejé pensando que la señora en cuestión sabía perfectamente que a su perro había que pasearlo con bozal, que era una descarada al tratar de culpar al guardia que no tiene ni baño, ni canilla en esa esquina, y que la señora era, indefectiblemente, una pelotuda.

lunes

cuentito

De tu espalda curtida por el sol, conocedora de los mil mares asoma una joroba, que es más bien un monte oscuro, o mejor dicho, una montaña negrísima.
Bien recuerdo aquel día de enero en que tu joroba floreció. El calor hacía que mis huesos pesen como cadenas de plomo, y pensé que mi esqueleto en eslabón sólo precisaba un par de grilletes haciendo juego para formar un precioso collar prisionero.
De trabajar ni hablar, el calor no lo permitía, y solo los afortunados lograban dormir sin derretirse en sus sueños.
Caminamos los tres kilómetros que nos separaban del mar y no pronunciaste palabra. Tu cara morena y pálida tenía los ojos fijos en el horizonte azul que asemejaba un oasis inalcanzable, a pesar de que lo visitábamos todos los días. Parecías haber muerto, pero tu cuerpo aún caminaba pesado y ansioso.
El sol había comenzado a bajar y las chicharras grandes como sapos chillaban con un silbido agudo y creciente, y cuando parecía que iban a explotar comenzaban a producir un sonido intermitente hasta que al fin, el silencio. Más a lo lejos se escuchaba otra chicharra que posiblemente contestaba a la petición de la nuestra, o la incriminaba por ser haragana, gorda y gritona, y si así fuese, bien merecido lo tenía.
Habiendo recorrido los dos primeros kilómetros noté que habías comenzado a temblar. En un principio fue leve y lo atribuí a tu edad, pero a medida que nos acercáramos a la bahía el temblor empeoraba, aún así no omití palabra, tu silencio invitaba al mío y sentí que romperlo sería una falta importante en aquella fiesta de mudos.
Restando ya algunas cuadras para llegar comenzaste a respirar con dificultad y te sostenías la cintura con ambas manos, como si cargases con el peso de un gordo sentado de culo contra tu espalda. Apoyé mi mano en tu hombro y lo sentí frío y escurridizo, como el interior de una ostra. Emanabas un olor a sal y a rancio que hizo que se me revolviese el estómago y me obligo a voltear la cara en la otra dirección para alejarme de ese bao putrefacto.
- ¿Se siente bien? - Inquirí
- Falta poco - respondiste con la boca seca de saliva y de palabras.
No me volví a animar a pronunciar sonido hasta que llegamos a la playa.
El sol había finalizado su función y se escondía tras un telón naranja para dar lugar al siguiente acto. Con el mismísimo infinito de fondo, las brillantes bailarinas acompañaban la entrada en escena de su protagonista, que redonda como un queso y vestida de plata para la ocasión, no imaginaba los eventos que se llevarían acabo aquella noche.
Llegamos en la playa y al acercarnos a la orilla nos encontramos con un par pescadores que discutían agitadamente. Me acerqué a ellos para enterarme que sucedía. Mi madre siempre reprochó mi iniciativa por informarme de situaciones ajenas, “la curiosidad mató al gato, ¿sabes?” siempre me decía, “a la gente no le gusta que se metan en sus asuntos, que son de ellos y de nadie más”, a lo que yo respondía con un bufido, un “si mamá” y un contundente caso omiso.
Resultó ser una discusión de borrachos, los dos hombres se habían pasado todo el día en el mar sin conseguir un solo pez, lo cual para estas zonas es extremadamente extraño, y para matar el tiempo, lo atacaron con cerveza. Ahora debatían acerca de quien era el culpable de la situación.

- Le digo yo compañero que esto es mi culpa, hace semanas que no rezo porque estaba enojado por la mala pesca, esto tiene que ser resultado de mi ingratitud - Le chillaba entre lágrimas uno de los pescadores al otro.

- No amigo mío, no es su culpa, usted es un devoto cristiano. Esto debe ser culpa mía por gastar las ganancias de la pesca en bebida en vez de comprarle un vestido nuevo a mi esposa.- Respondía el otro pescador angustiado por ser un marido desconsiderado.

- No, no, le digo que la culpa es mía compañero. - Y continuaban culpándose a sí mismos monótonamente por ser malos cristianos y malos maridos. La charla beoda terminó por aburrirme y volteé para comentarte sobre aquellos pescadores, pero no te encontrabas a mi lado.

Estabas arrodillado a la orilla del mar, habías acurrucado tu cabeza entre tus piernas y el agua bañaba tu frente en un fresco vaivén. A la distancia, y bajo la luz blanca de la luna solo lograba ver una sombra negra, y por la posición que habías adoptado tu joroba parecía aún más grande de lo común, estaba inmensa. Seguías respirando con dificultad y el gran monte sobre tu espalda se elevaba con cada inspiración y descendía al librarte del aire. La respiración parecía acelerarse cada vez más, al punto en que el monte vibraba como el Etna previo a una erupción.
Recuerdo observarte con extrema quietud, como quien no quiere perturbar a un animal salvaje en su hábitat. No podía pensar en nada, el calor que parecía incrementar con el ascenso de la luna no me lo permitía, y todo mi ser se manifestaba a través de mis ojos que no podían apartarse de tu figura negra, vibrante, tendida como una tortuga de carbón en la arena esperando a desovar.
Tu joroba negra se comenzó a tornar carmín, colorada, de un color incandescente como el interior de un volcán, roja como la sangre que te recorre el corazón. La arena bajo mis pies vibraba al son de tus latidos. De la cima de la montaña veo asomar una figura simétrica, como dos trapecios espejados por sus caras superiores, se movía con velocidad de un modo muy elástico. La figura continuó moviéndose hasta despegarse completamente de tu joroba y tomar la forma de un pez enorme, plateado, que brillaba más que la misma luna sobre el mar. Otra figura con las mismas características volvió a surgir de tu espalda, esta vez de un brillante azul celeste.
Una y otra vez tu joroba escupía criaturas luminosas de colores brillantes. Como fuegos artificiales despedía peces de miles de colores, tortugas amarillas como el oro, pulpos negros que brillaban entre destellos y luminosas ballenas blancas como las del cuento. Una por una, tus criaturas de ensueño danzaban en el cielo oscuro y se mezclaban con las estrellas para luego zambullirse en el mar. Estrellas de mar verdes como esmeraldas se encadenaban en una gargantilla de piedras preciosas para la luna. Vi delfines rosados, cangrejos turquesas, ostras naranjas como el atardecer, y todo tipo de criaturas fantásticas que habitan el mar desprenderse de tu cuerpo oscuro en la arena esa noche. Todos luminosos, todos brillantes, todos bailaban al ritmo del viento y todos se dirigían al mar que despedía luces de todos los colores y las reflejaba en el cielo.
Uno de los pescadores, boquiabierto, admirando la escena que estabas pintando en el cielo, dejó caer su botella de cerveza en la arena.

- Vió compañero, yo le dije que la culpa era mía.
- Tenía usted razón amigo mío. - replicó el otro pescador.
Sombras sólo son, más ya no me acompañan, vago en eterno mediodía y mi reflejo de luz me rehúye, me niega.
Ya no quiso ser solo una sombra, mi sombra, y partió una noche cuando en la oscuridad se fundía.
Largos caminos habrá recorrido, ya la imagino, refugiada del día dentro de algún árbol o en algún sombrío sótano en la ciudad. Tal vez visitó iglesias y se cobijó, llegada la noche, cerca de algún lago, de ésos que se enamoran de la luna y la duplican en su piel.
Habrá danzado en la negrura de la selva junto a árboles milenarios, trepando por sus ramas y volando por entre sus copas. Recorrió ciudades antiguas, llenas de misterios e historias de desamor y muerte.
Suspiró por los idos una noche de invierno en un cementerio de Edimburgo, dónde la humedad se te cuela por los huesos y el verdín trepa por las paredes de piedra. Quizás conoció la lejana tierra del Japón y enloqueció por alguna sombra de aquellas floridas, finas y sutiles que habitan ésos lugares.
Ya no la lloro, a mi sombra, pero la espero de vuelta una de éstas noches, de ésas en que la oscuridad se escurre por la ventana de mi cocina, ya la veo, deslizándose deliciosa y en silencio por las rendijas. Y nos sentaremos juntas, lo sé, y compartiendo un licor en lo negro de la noche, me contará acerca del mundo.

de la pretención

Escupirte el veneno, la furia, la sangre.
Escupirte la cara y luego pretender amarte.
Cuidado con la marea que sube negra como brea,
anda, escápate nena, vuelve a la arena.
Tirémosnos entre las rocas a tomar sol como idiotas,
que cuando tu mano me toca,
el mundo queda helado,
y yo sin un costado que ofrecer,
me entrego de frente.
Camino cabizbajo por el sendero de la espera,
ahí donde se unen el cielo y la tierra,
y las nubes danzan bajo.
Camino sin rumbo,
y pocas son las cosas certeras,
mis pies en la arena,
y vos que ya no estás.

sacarse la mierda

Cristalizar mi dolor implica dejar de mentirme, sincerarme conmigo y con todo lo que me rodea. Ser una sola persona conmigo y con mi dolor. Personificarlo. Darle amor y forma, transformarlo en una criatura desde el aire, desde la nada.
Llamarlo por su nombre y permitirle respirar por su cuenta, que posea un corazón y ojos para admirar su alrededor.
Éste dolor que nacerá de mí y por mí, se transformará en un ser independiente que un día partirá de mi lado y adolecerá por sí mismo.
De suelas contra el piso contempla erguido la estación,
un sol naciente le baña el rostro y le frunce la expresión.
Pensando en nada espera que pase el tiempo que galopa cruel y veloz,
él lo siente áspero e inverosímil.
Parece mentira cuánto tiempo en tan poco espacio,
y tanto lugar tan rápido.
Las cosas, todas, le giran alrededor.
Sueño a menudo que muero. La última vez que morí fue en Méjico, de un tiro al cuello.
Un hombre saltó una pared roja sangre, alta, y mientras caminaba decidido por un patio interno, desenfundó una pistola y caí muerta. Sin explicaciones, sin prejuicios ni vacilaciones, sin saber quien era yo o quién era él, ni que hacíamos en aquel lugar.
Entonces entendí que era un extra en mi propia película, de ésos que matan y a nadie le importa un carajo, total, lo bueno está por venir, lo demás son intermedios.

martes

tiempo de echar raíces

Siento deseos de volar alto, despegar a velocidades inmesurables y romper la barrera del sonido. Ser un cohete, un ave, un globo que alguien no sujetó lo suficiente.
Volar y volar, y cuando me sintiese cansado, planear sobre los campos de trigo que me han contado son dorados como el sol. Sentir el aire por mi cuerpo y ruborizarme por la sensualidad de sus cosquillas al recorrerme.
Trompetas. Imagino que se oiría como trompetas y un contrabajo. Sueño con volar al ritmo de las trompetas y recostarme en campos amarillos como el sol.
Un cincel sincel cinsel. Un jazz y un chamamé. Un copo de nieve y sistematicamente el destierro.
Cuando más sola estoy, es cuando más me siento en compañía conmigo misma. Me suelo perder de mí en el gentío, y me largo a vagar sólo para volver al hogar una o dos veces al mes.
No siempre es buena mi compañía, por eso me gusta partir de mí, para encontrarme y volverme a conocer.

miércoles

si mirarte fuese un arte te tocaría ciega de furia,
rasgaría tu piel y tu estética y frotaría mi piel con la tuya generando eléctrico calor,
hundiría mis dedos en tu carne y hurgaría tus rincones para vaciarlos de misterio.
vendaría mis ojos y llenaría mis pulmones de tu aroma que es brisa y tempestad,
te lamería para saborearte y escupir luego tu escencia,
y mordería tus caderas para despistar del camino a quien ose recorrerlo.
si mirarte fuese un arte, ya no te miraría.

verte reír

Se ríen juntas y la observa. Le gustaba ver como su risa evolucionaba de
una sonrisa cómplice a una carcajada, para luego taparse la boca en sonroja.
Pero lo más especial eran los ojos. Los ojos se entrecerraban pícaros y
brillantes, guardianes de secretos encriptados en un idioma que nunca aprendió a hablar.
del polvo vengo y el viento me crió.
soy tierra y brisa, barro y creación.
soy garganta y maíz,
peñazco y revuelo.
alojo en mis entrañas pasiones milenarias que escapan por la punta de mis cabellos y mis dedos,
se alojan en mis pechos y recorren mi vientre hasta llegar a mi sexo.
galopan mis muslos y sucumben mis pies,
moviéndolos posesos y expentates de reencuentro.
salir, quieren salir, mis pasiones milenarias.
ésas que alojo en mis entrañas.
ésas que cuando el mundo duerme
revuelven mi pelo y encienden las yemas de mis dedos

linea de pensamiento

perder y encontrar
un libro una llave
una historia una oportunidad
un te entiendo y te entiendo perfectamente
equilibrio y abrumación
pierdo la calma y la encuentro, a veces en mi oreja, otras debajo de la cama o entre las sábanas.
la pierdo y lo pierdo y te pierdo y te busco y te encuentro y me olvido de encontrarte y de buscarte.
o me hago la que me olvido; más divertido que jugar a las escondidas es chocarte en una esquina y reencontrarte y ganarte de nuevo, reganarte y regañarte y perderte y esperar volvernos a chocar.
como sos de los que mira al piso cuando camina a ver si encuentran cosas sublimes que otros tiran, un día tu mirada se encontró con la mía, que no buscaba tesoros pero evadía.
encontrada y perdida. pienso en rima y me siento aburrida. entonces cruce y te perdí, para pensarte en cantito mejor te pierdo y te encuentro otro día. clara sandía, roja manía, santa sofía, rosa comíabastacallateboluda.
al kiosko, iba al kiosko ¿dónde quedaba?

sábado

Le gusta patear las piedritas. Con fuerza y contener la respiración. El sonido de la suela gastada del zapato contra el suelo le recuerda al encendido de un fósforo, y entonces el despegue, curvo, parabólico, silencioso, luego el choque y el ruido y el choque y el eco y el choque, rueda y silencio otra vez. Le gusta patear las piedritas y arrastrar los pies y de vez en cuando hacerlos bailar e imaginar que tienen vida propia.