El hombre viene, el hombre se va, y deja detrás de si
los huesos blanqueados que sostuvieron su lujuria;
el palafrén de sus amores y sus odios,
al final, se llena de polvo en el establo.
Él lo embaucaba, y el otro lo llevaba
hasta el límite último del deseo;
pero ahora, saciado el deseo, descubre
que era el corcel el que lo embaucaba a él.
W.F.
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